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Cultura sostenible

Cultura y economía circular

Uruguay empieza a pensar en circular. En reutilizar, reparar, reducir, rediseñar. En cambiar hábitos. En usar menos. En usar distinto. Un reciente estudio de percepción ciudadana mostró que algo se está moviendo: la mitad de las personas estarían dispuestas a dejar el auto si el transporte público mejorara. Tres de cada cuatro intentarían reparar antes de tirar. Más del 60% valora la posibilidad de devolver envases y darles una nueva vida.

Pero aún estamos lejos de una transformación profunda. El precio sigue pesando más que el impacto. Lo “nuevo” sigue ganando frente a lo “reutilizable”. La mirada está más puesta en el producto que en el proceso.

Y es ahí donde creemos que la cultura puede y debe intervenir.

Porque una economía circular no se sostiene solo con logística y reciclaje. Se necesita algo más: cambio de valores, imaginación social, narrativas distintas. Y eso es lo que los festivales, las producciones, los eventos, las obras, los relatos tienen para ofrecer. No como decoración, sino como fuerza transformadora.

Lo circular no empieza en el residuo

Uno de los aportes más urgentes de la cultura es cuestionar esa idea de que la circularidad empieza cuando algo se descarta. El pensamiento circular, para nosotros, empieza antes del diseño: en la forma de imaginar, en las decisiones éticas y estéticas, en los vínculos que se construyen a lo largo del proceso.

En un evento cultural, esto puede significar:
- Planificar desde el origen con criterios de reducción y reutilización.
- Elegir proveedores locales y sostenibles.
- Diseñar escenografías pensadas para durar o transformarse.
- Reutilizar vestuarios, generar comunidad con el público y pensar las emociones también como insumo regenerativo.

En un rodaje, esto puede significar:
- Evaluar el impacto de las locaciones elegidas.
- Incorporar criterios de economía circular en la construcción de sets.
- Gestionar residuos con trazabilidad, pero también con historia.
- Convertir cada producción en una oportunidad de aprendizaje colectivo.

La economía circular necesita de estos lenguajes. Necesita que alguien cuente, muestre, emocione, provoque. Necesita sensibilidad, belleza, comunidad.

¿Y si cambiamos el relato?

Desde CreaTierra creemos que la economía circular tiene que ser también una economía cultural. Que no alcanza con cambiar productos si no cambiamos los relatos que los sostienen. Que el impacto no solo se mide en toneladas, sino en vínculos, en sentido, en territorio.

Por eso trabajamos desde la cultura: porque sabemos que ahí es donde puede germinar otro tipo de sostenibilidad. Una que no repita fórmulas sino que las reinvente. Una que se pregunte qué residuos deja también en lo simbólico. Una que transforme no solo lo que consumimos, sino cómo nos relacionamos con el mundo.

Para ampliar:
"Mapeo de prácticas y percepciones hacia la economía circular en Uruguay" (julio 2024), realizado por Usina de Percepción Ciudadana, CEMPRE, GEVI y La Diaria, con apoyo de ANDE.

 

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